Casi el 80% de la población en España tiene algún problema visual, según el informe “La Visión en España 2020”. Además, un 30% de los españoles sufre, al menos, dos problemas en su visión y un 14%, tres. Teniendo en cuenta que a través de los ojos los conductores recibimos el 80% de la información durante la conducción, se trata de una cuestión importante. Los principales trastornos son presbicia (42%), miopía (39%), astigmatismo (39%) e hipermetropía (18%).

La asesora médica de la DGT, Elena Valdés repasa a las razones por las que es importante ver bien a la hora de ponerse al volante:

Recomendaciones al conductor con problemas de visión

  • Utilice sus gafas o lentes de contacto para conseguir la mejor visión al volante.
  • Si tiene necesidad de usar gafas “de cerca” es recomendable que utilice unas gafas progresivas pa­ra observar mejor la información que recibe a través del tablero del vehículo.
  • Unas gafas de sol que eviten el exceso de luz hacen la conducción más confortable
  • Si nota dificultades para con­ducir de noche (no distingue bien las señales, no calcula bien la profundidad, etc.), evite conducir de noche o cuando haya malas condiciones de luminosidad (llu­via, niebla…). Planifique el viaje evitando condiciones climáticas adversas
  • Reduzca la velocidad: al au­mentar la velocidad se reduce el campo de visión
  • Si toma algún fármaco que afecta a su visión, siga los consejos de su médico y evite la conducción nocturna.
  • Si el oftalmólogo, con motivo de una exploración, le dilata la pu­pila, no conduzca hasta que no se le pase el efecto de la medicación.
  • Procure conducir por rutas co­nocidas y poco concurridas.

Y es que la visión humana es muy compleja. Como explica el doctor Nouzet, en el “Manual sobre Neurología y Conducción”, “al conducir, el ser humano debe estar atento a las imágenes procesadas en los campos visuales centrales y periféricos, en diferentes con­diciones de luminosidad y, por lo tanto, de contraste entre las imágenes, mientras está en mo­vimiento sobre un entorno que, a su vez, tiene otros objetos mó­viles y, en muchas ocasiones, en condiciones adversas que, por sí mismas, disminuyen la visibili­dad. Además, la función visual humana tiene un alto nivel de complejidad, debido a que ne­cesita integrar diversos tipos de información (posición, tamaño, color, movimiento…) para elabo­rar una imagen nítida para el ce­rebro. Con todo, resulta sencillo entender cómo las alteraciones visuales pueden afectar a la ca­pacidad de conducir vehículos”.

Infografía sobre los defectos visuales en España

La agu­deza visual (definición o detalle con que se perciben los objetos), el cam­po visual (espacio total que se abarca con la visión al mi­rar a un punto cen­tral) y la sensibilidad al contraste (capaci­dad para discriminar un objeto del fondo en el que se encuentra) son capacidades bá­sicas para la conducción que se pueden ver alteradas por nume­rosas enfermedades o trastor­nos, bien del propio órgano de la visión (cataratas, glaucoma o al­teraciones de la refracción, como la miopía, astigmatismo…), bien por enfermedades de otros órga­nos o sistemas, como la diabe­tes. La disminución de esas ca­pacidades pone en riesgo la se­guridad tanto del propio conduc­tor como de terceras personas.

En los reconocimientos mé­dicos para obtener o renovar el permiso de conducir, la prime­ra exploración que se realiza al conductor es la agudeza visual, y en concreto la lejana. Una bue­na agudeza visual permite ob­servar con precisión los estímu­los visuales del entorno vial.

La normativa autoriza a con­ducir con una agu­deza visual binocu­lar de 0,5 (con o sin corrección); no obs­tante, se debe expli­car al conductor que debe conducir con la mejor visión que pueda conseguir, y si logra una visión superior al 0,5 con gafas o lentes de con­tacto, aunque no esté obligado, es imprescindible que las utili­ce. Además, en malas condicio­nes de iluminación (de noche o con poca visibilidad), la agude­za visual se reduce, y es nece­sario contar con una adecuada sensibilidad al contraste –habi­lidad para identificar un objeto y separarlo del fondo en el que se encuentra (señales de tráfico, peatones, vehículos)–. Cuando la sensibilidad al contraste se altera hay que evitar la conduc­ción del anochecer al amanecer.

Deslumbramiento

El por­centaje de personas con altera­ciones en la visión nocturna ha aumentado debido al envejeci­miento general de la población. El deslumbramiento (pérdida de visión de corta duración, de 3 a 5 segundos, tras la exposición a una luz más intensa que la ilu­minación general) y la discapacidad que produce, cuando el tiempo para recuperar de nuevo su visión se alarga, aumenta con la edad, incluso con ojos sanos. Y se incrementa más en personas con cataratas y es más frecuente en operados de cirugía refractiva.

Los deslumbramientos se producen fundamentalmente de noche y muchos conducto­res evitan conducir de noche para reducir su riesgo vial.

El campo visual se reduce a me­dida que aumenta la velocidad, por lo que quien padece pato­logías visuales, entenderá la necesidad de viajar a menor ve­locidad.

La legislación no aborda la visión cercana; sin embargo, es recomendable que quien precisa gafas de cer­ca utilice corrección con lentes progresivas que per­miten ver de cerca y ‘leer’ la información que se recibe desde el tablero del coche (ve­locímetro, GPS…)

En cuanto al ries­go, más relevante que la agudeza visual es el campo visual que permite percibir la escena con amplitud. Algunas patologías (como retinopatías o degeneración macular) alteran el campo visual, impidiendo la conducción; pero, sin existir pa­tología, otras circuns­tancias hacen perder campo visual, como algunos elementos de la estructura del vehí­culo. Para reducir su efecto se debe realizar un uso continuo de los retrovisores e incremen­tar los movimientos de ro­tación del cuello. Estas re­comendaciones –también para los conductores con visión monocular– y explicar cómo se reduce el campo visual a me­dida que aumenta la velocidad ayudarán a quien padece pato­logías visuales a comprender la necesidad de viajar a menor ve­locidad.

Y con alcohol, mucho peor

Si a la conducción nocturna se le añade el alcohol no solo se verán afectadas las aptitudes psicomotoras del conductor, su grado de atención y el tiempo de respuesta, también se puede alterar la calidad de la visión. A medida que aumenta la con­centración de alcohol en sangre, disminuye la capacidad de dis­criminación visual y la capacidad de recibir estímulos visuales periféricos.

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