Circular a treinta kilómetros por hora por una ciudad parece misión imposible. Tras la aprobación de la nueva Ley de Tráfico quisimos hacer la prueba de movernos con una moto de 500cc, sin superar el límite recomendado, durante varias semanas. Para empezar: “Nadie dijo que era fácil, pero con tesón y voluntad se acaba logrando”.\r\n\r\nLa adaptación a recorrer distancias, en el ámbito urbano, sin superar esa velocidad llega a desesperar al piloto en las primeras experiencias. Controlar las revoluciones del vehículo en los parámetros adecuados para cumplir también con la recomendación del mecánico se convierte otra de las fases para cumplir con esta medida de seguridad vial.\r\n\r\nBien es cierto que los pasos a nivel elevados ayudan a controlar la velocidad, si uno no quiere dejar en el camino la amortiguación de la moto. Aún así, la sensación es extraña y pone en cuestión la paciencia. Insistimos una y otra vez en no superar los 30km/h. No subimos de tercera para llevar el motor en las condiciones adecuadas. Poco a poco, prescindimos del resto de las marchas y olvidamos que tenemos el triple de potencial en nuestro puño derecho.\r\n\r\nUn día tras otro logramos sumar más doscientos kilómetros sin darnos cuenta. Circulando a cámara lenta, comenzamos a comprender que la capacidad de reacción para evitar incidencias aumenta sin precedentes. Las habituales amenazas de los coches ya no son tal. Temer una colisión baja a niveles desconocidos. Sucede lo mismo con la tensión habitual cuando nos desplazamos por un medio urbano.\r\n\r\nCon el paso de los días logramos asimilar que antes de cambiar de marcha ojeamos el marcador de forma involuntaria. Compartiendo el mismo escenario con las bicicletas la diversidad de convivencia en las calles y vías es de lo más peculiar.\r\n\r\nCumplir con las normas no es solo una cuestión legal: demostrar pericia para pilotar, en estas novedosas condiciones, permite reivindicar el respeto que merecen los amantes de la moto, ahuyentado las sombras de los enquistados estigmas que acompañan a cada piloto como una maldita sombra.